jueves, 13 de enero de 2011

Una Noche en mi Habitación.

Una noche en mi habitación.

(Marzo 2006)

Recostado en mi cama, acomodándome para dormir, y un sobresalto me invade. ¿Como puede ser que haya alguien en mi habitación? ¿en mi cama? Me da miedo, pero vuelvo a palpar con mi mano aquel lado de la cama, con el anhelo y la ilusión de no encontrar nada, sorpresa que me invade al sentirte ahí de nuevo, es cuando decido encender la luz de mi mesita nocturna...

Y ahí están tus brillantes ojos y tu irónica sonrisa, ¿como entraste? Tu lacio cabello y tu cara burlona, ¿quien te dejó pasar?

Supongo obviamente que mi imaginación me está jugando una pesada broma, una imagen que ya ha muerto, ¡sí! es la imaginación...

Cierro los ojos y decido que al abrirlos desaparecerás de ahí, maldición la que me persigue al escuchar tu penetrante y convincente voz.... tus muertas palabras, tus malditos pensamientos, y tus sepultadas memorias...

Como quien no quiere escuchar, me hago el insensible y pretendo fingir que ni tú ni yo estamos en este lugar... pero tu voz entra por mi oído para terminar en el cerebro y posteriormente pasar al corazón...

Me pregunto, ¿que es lo que quieres? ¿cuál es la verdadera razón de tus palabras? ¿acaso tu entiendes lo que haces?

Me paro y te explico que tu no estás viva, que eres tan solo un recuerdo, una imagen, un fantasma, y una decepción de mi pasado, de mi caída, de mi desesperanza, tu sonrisa cambia por un gesto de desaprobación, de lástima, ¿por que es que me tienes lástima? ¿crees que me importa lo que piensas? Te explico como para mi moriste aquel día, que no tienes nada que hacer aquí. Aun recuerdo aquellas palabras que como dagas entraban una a una en mi piel, en cada poro, en cada recuerdo, aquellas punzadas que dolían como heridas de muerte, que hacían sangrar mis ojos, que empequeñecía mi mundo y mi corazón, ¿que acaso tu no lo recuerdas? Aquellas mentiras que volaron por el aire, como oxígeno para respirar, que salían de tus pulmones para entrar en los míos, como veneno puro, como aire contaminado, como deshechos tóxicos, y es que... ¿qué más podría salir de tu boca?

Agarro fuerzas para hacerlo y decido entrar en discusión contigo, en entendernos el uno con el otro, en saber porque has vuelto a salir.

Me explicas que no has muerto, que siempre has estado a mi lado pero no te he querido sentir, que una vida como la nuestra no se borra con unas palabras, con una noche, con una decepción, que eres quien siempre me ha apoyado, que mis sentimientos siguen como tu los conoces, que no he cambiado, y que dentro de mi he esperado tu regreso.

Una voz fuerte y con autoridad interrumpe tu monólogo para decirte que tu no sabes lo que siento, lo que pienso y lo que he querido, que no sabes lo que sufrí a tu lado, con las esperanzas y las palabras, con el contacto, con tus cariños, con tu adoración y tu fijación.

Tratas de decir algo, pero solo te sale un hilo de voz, que intentaba negar lo que acababa de decir, lo que te dije que tan fuerte rozó tu esencia y te hizo sentir inútil y olvidada.

Piensas, si lo piensas, que realmente has estado deseando mi dicha y mi felicidad, mi salida de donde estoy, pero realmente no entiendes que donde estoy es donde debo estar, donde la felicidad me alcanzará, si donde tu y yo no estemos conectados e inspirados propios de una seducción provocada por dos sentimientos iguales, tan iguales como los polos.

El peligro y la adrenalina que llegamos a sentir mientras nuestras manos eran una, la desconfianza y la lujuria que invadía nuestra vida, la esperanza en un futuro sin suelo, en una vida sin vida, y una muerte prematura.

Aquellas noches en las que juramos morir juntos, con la mentira en una mano, creyendo que era el corazón, pactando de sangre, sin saber que nos condenábamos a un reencuentro, sabiendo que viviría para siempre en tu memoria en tu esperanza, que solo yo te daría la vida, que solo por mi vivías.

Y es por eso que moriste, porque yo no te quiero recordar, porque no te quiero dar vida, porque no quiero sentirte, porque no espero nada de tus palabras, o tus métodos, mejor dicho chantaje.

Ahora puedo recordar tu nombre y tu esencia... Lorien, como aquella tierra prometida, Lorien, como aquel lugar perfecto, donde la muerte es falsa, Lorien como el nombre de mi hija... o el que creí sería, Lorien, como la vida que siempre esperé, Lorien, como la mujer perfecta, Lorien, como el corazón dividido en dos, Lorien, como el suicidio pactado, como la vida regalada, como la esperanza color verde, como el sol negro, como la oscuridad blanca.

Tu me lees, me conoces tanto como yo a ti, nos conocemos como si fuéramos el mismo, me lees y lloras, lágrimas... ¿de que? ¿de tristeza, miedo, desesperación, amor, esperanza, felicidad, impotencia, esperanza, futuro, pasado, vida o muerte? Esas lágrimas que me persuadían, que me enseñaban un camino que seguir, que me hacían sentir...

No te funcionará porque te lo dije, eres producto de mi, vives porque yo lo quise, volviste hoy porque tenía que recordar porque te había matado, porque había decidido no buscarte, porque la muerte que ofrecías nunca me gustó, porque la desconfianza en tus promesas era tan grande que confiaba en ti.

Por eso, porque siempre has vivido en mi, porque tu verdadero nombre es suicidio, porque mis depresiones son lo que te reviven, porque solo eres producto de mi imaginación, porque la mujer perfecta, es una mujer y no una idea, porque mis ideas son otras, porque maduré y aprendí la lección mas valiosa.

Porque hay que enfrentar la vida con todos los problemas que esta nos pueda causar, porque el amor que siento por mi es más grande que el que siento por cualquier decepción, porque lo que he tenido en esta vida ha sido lo mejor, porque las personas que me rodean y me han rodeado... son lo que me da vida, y no muerte como tu o mejor dicho yo... he querido por momentos.

Elemmìrë.

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